RSS Feed

viernes, octubre 27, 2006

¿Cómo Vivir un Gran Amor?







Hace varios días, chateando con una amiga, me mandó este resumen de un taller dictado por un psicólogo argentino de nombre Horacio Valsecia, referente a las relaciones personales, específicamente las relaciones de pareja, y por qué tantas almas sienten que no están con la persona correcta, que la pareja que tienen no es la que realmente quieren y que lejos de ser felices juntos, la relación se torna en un verdadero manicomio.

Irremediablemente la lectura me llevó a esa especie de confesionario interior al que pocas veces recurrimos, ese en el que nos encontramos con nosotros mismos y vemos de frente nuestras verdades (muchas veces con cara de ángel, muchas veces con cara de perro). Una vez llegada a este punto reconozco que es cierto que para poder tener una relación sana, bien sea de pareja o de cualquier otro tipo, debemos empezar por estar bien con nosotros mismos, suena a cliché repetido infinitamente, tanto que hasta ha perdido significado y se ha convertido en palabra fósil, pero es verdad que sin amor propio difícilmente podremos compartirnos con alguien más.

Y es aquí donde radica todo este meollo, ¿realmente somos capaces de interiorizar en nosotros mismo?, ¿con cuanta frecuencia practicamos ese ejercicio de introspección que nos permite dar luz sobre nuestras partes más oscuras, las que menos nos gustan, y de las que frecuentemente retiramos la mirada, imaginando que si las ignoramos y centramos nuestra atención en otra cosa o en otras personas, desaparecerán como por arte de magia?, ¿somos honestos con nosotros mismos al plantearnos lo que realmente queremos dar y recibir en una pareja? o ¿simplemente estamos siguiendo el guión de lo que se supone debe ser el amor?

Si realmente nos brindáramos la oportunidad de pasar tiempo a solas, compartiendo con nosotros mismos, explorando en nuestro interior, seguramente encontraremos una persona con características y cualidades que desconocíamos, aprenderíamos a valorar todas nuestras fortalezas además de aceptar y mejorar nuestras debilidades, pero sin juzgarlas, ni criticarlas, sino reconociendo que representan una oportunidad de enriquecernos como seres humanos.

Igualmente nos daríamos cuenta que el ser humano que tenemos a nuestro lado es un maravilloso maestro que viene a ayudarnos en este camino de crecimiento, y dejaríamos de la lado la cacería de brujas de buscarle defectos que vengan a justificar nuestra insatisfacción o infelicidad, seríamos capaces de amarnos y amar más abiertamente, con menos estreches de sentimientos, de pensamientos, de sensaciones, de emociones.

Les dejo el resumen del taller para que puedan leerlo, desmembrarlo y digerirlo tal como lo he hecho yo desde que lo recibí.

http://www.box.net/public/glozl7kamu

martes, octubre 24, 2006

Empezamos con una Metedura de Pata


Si bien es cierto que desde hace algún tiempo vengo escuchando sobre el auge de los blogs, debo reconocer que nunca llamó mi atención eso de estar exponiendo la vida privada (relatos personales, vivencias, fotos y demás menesteres) casi como si se tratara de una especie de vitrina en una tienda de última moda, y mucho menos pensar que alguien completamente desconocido para mí viniera a pegar las narices del vidrio emulando a esa típica escena de película de navidad en la que los niños corren por las calles a ver los aparadores recién decorados en las tiendas de la cuidad teñida de blanca nieve. Sin embargo más pudo la curiosidad y el frenesí de la tecnología y las comunicaciones que el celo por la privacidad de mis pensamientos, así que sólo para explorar decidí sumergirme en varios de estos espacios para ver realmente de qué se trataba.

No voy a explicar cómo resultó la experiencia, pues es evidente que terminé creando uno propio y aventurándome a exhibirme en mi caja de cristal hecha a la medida, lo que sí resulta curioso es que el primer acercamiento que tengo con estas lides de los blogs sea precisamente para relatar una metedura de pata...o mejor dicho, una torcedura de pie.

El viernes pasado, con el cielo abierto en dos y cayendo sobre Caracas, decidí irme para la playa con mi novio y unos amigos. Ya todos sabemos que ese día fue el remake del diluvio que hizo famoso a Noé, sólo que esta vez en lugar de emparejar animales en un barco monumental para preservar las especies, éramos seres humanos los que tratábamos de sobrevivir a las inclemencias del tiempo, sin embargo nosotros nos embarcamos en el carro, cual si se tratara del arca y arrancamos para Higuerote.

Una vez que divisamos tierra y apareció la paloma con la hoja de laurel, nos instalamos cómodamente para disfrutar de la playa, la calma y el relax. Hasta allí todo bien, todo en orden, sin novedades, mucho sol, mar abierto, niñitos corriendo por la arena, parafraseando a alguien que conozco: "como de revista".

El fin de semana transcurría en perfecta armonía hasta que llegó el día Domingo. Nos levantamos cerca del mediodía, desayunamos (o almorzamos, como lo quieran ver) y nos fuimos directo a la piscina a vegetar como morsas, yo particularmente me dediqué a tratar de agarrar un poquito de color, pero nada el sol fue mezquino conmigo y apenas me regaló un poquito de dorado...en eso pasaron las horas, agua, sol, jugar con un perrito que andaba por allí y al cual bauticé como Manchita, hasta que llegó el momento de recoger velas e irnos a la casa a organizar todo para regresar a Caracas.

Y fue aquí donde ocurrió el suceso en cuestión: medio mojada, con la toalla apenas agarrada con la mano que me quedaba libre y en la otra sujetando una silla plegable empecé a caminar, feliz como si nada existiera a mi alrededor, completamente distraída y de repente, de la casa del vecino, salió corriendo como una rayo una Pastor Alemán de un tamaño que en ese momento me pareció desproporcionado, ladrando a un volumen de sistema de sonido Dolby del mejor cine VIP, y mostrándome unos colmillos de Tigre dientes de Sable que me dejaron petrificada, sólo atiné a dar un alarido e interponer la silla entre el animal y yo...claro, con el jaloneo y con Manchita brincando a mi alrededor todo asustado, me resbalé de mis súper plataformas playeras (la coquetería siempre por delante) y me doblé el tobillo.

Así llegué a Caracas y he pasado estos dos días, con mi tobillo quejumbroso y apretado en una tobillera, con analgésicos que no surten mayor efecto y con cremitas que tampoco cumplen con su función. Por lo momentos me resisto a ir al médico, porque sospecho cuál será el resultado de la consulta y no quiero ni imaginarme con un yeso andando por allí en medio de la lluvia (tal como me pasó esta mañana para ir a una reunión de trabajo, porque no puedo ni manejar) o pidiéndole a mi novio que me lleve y me traiga para todos lados.

Pues, heme aquí gente, iniciándome en el mundo de los blogs, sucumbiendo finalmente a estrenarme en mi vitrina personalizada y haciendo mi primera aparición con el tobillo doblado!!!